Resumen del artículo
Este artículo proporciona recomendaciones prácticas para los proveedores de atención médica pediátrica con respecto al uso de dietas bajas en carbohidratos en pacientes con prediabetes, diabetes tipo 1, diabetes tipo 2 y obesidad.
Revisión del artículo
Este informe clínico de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) proporciona información práctica para los proveedores de atención médica pediátrica (HCP) que asesoran a las familias y a los jóvenes sobre las recomendaciones de carbohidratos para la prediabetes, la diabetes tipo 1, la diabetes tipo 2 y la obesidad.
El informe profundiza en los hábitos alimenticios actuales de niños y adolescentes en los EE. UU. utilizando datos de NHANES 2017-2018. Según el análisis de NHANES, la población pediátrica consume aproximadamente 51% de carbohidratos (45-65% recomendado), 14% de proteínas (10-30% recomendado) y 35% de grasas (25-35% recomendado). Si bien el porcentaje de consumo de macronutrientes está dentro de los límites normales, es la calidad de los macronutrientes consumidos lo que genera inquietudes. Más del 85% de los jóvenes exceden el límite de consumo de grasas saturadas, el 70% de los adolescentes exceden el consumo de azúcar agregada y la mayoría de los niños mayores de 9 años carecen de la ingesta recomendada de fibra dietética. Este panorama se ha vuelto aún más desalentador debido a la pandemia de Covid-19. En niños y adultos (de 2 años en adelante) en los Estados Unidos, más del 50% de la ingesta energética diaria promedio proviene de alimentos ultraprocesados, y menos de un tercio de la ingesta energética diaria promedio proviene de alimentos no procesados o mínimamente procesados.
Este artículo define la restricción de carbohidratos utilizando las siguientes categorías: restricción moderada de carbohidratos (26% a 44% del total de calorías), restricción baja (<26%) y muy baja (20-50 g al día), y cetogénica (<20 g al día). Las dietas presentan además limitaciones en cuanto al tipo de alimentos que se pueden consumir. La intolerancia alimentaria o la falta de eficacia observada han provocado altas tasas de abandono en ensayos terapéuticos con CHO reducidos. Se requiere una restricción dietética significativa para mantener una dieta tan baja en carbohidratos, por lo que la adherencia a largo plazo es difícil. Otra preocupación es que las prácticas dietéticas restrictivas pueden afectar negativamente la salud mental.
Este artículo describe brevemente un estudio de encuesta realizado con un grupo de adultos con diabetes tipo 1 y padres de jóvenes con diabetes tipo 1 que optan por dietas bajas o muy bajas en carbohidratos como tratamiento complementario. Los encuestados informaron un excelente control glucémico, pero una mala relación con los profesionales sanitarios, asociada con la desconfianza y la sensación de ser juzgados por sus decisiones sobre el control de la diabetes. Se ha descrito que el uso de dietas muy bajas en carbohidratos en niños con diabetes tipo 1 se asocia con retraso del crecimiento, hipoglucemia, perfil lipídico anormal, riesgo de trastornos alimentarios, cetosis (que puede ser nutricional, pero no se puede distinguir de la cetosis resultante de la deficiencia de insulina) y una posible preocupación por la cetoacidosis diabética. Los autores del informe recomiendan que los niños con diabetes (tipo 1 o tipo 2) sean controlados de cerca por un endocrinólogo pediátrico y un equipo multidisciplinario especializado en diabetes, y que se les realicen pruebas de detección rutinarias para detectar las complicaciones mencionadas anteriormente derivadas de una dieta baja en carbohidratos.
El artículo describe una revisión retrospectiva de historias clínicas, cuyos resultados son optimistas. El estudio incluyó a jóvenes con diabetes tipo 2 que siguieron una dieta cetogénica muy baja en calorías durante una media de 60 ± 8 días. Se observó que los pacientes que siguieron el plan dietético experimentaron una remisión de la diabetes a corto plazo y una disminución del IMC. Los resultados a largo plazo de los jóvenes con dietas tan restringidas están subestimados, a menudo debido al abandono del tratamiento.
Este informe sugiere que el asesoramiento debe centrarse en los patrones dietéticos, no en los macronutrientes. Los patrones dietéticos que priorizan los alimentos de origen vegetal (verduras, frutas, cereales integrales), las fuentes magras de proteína (ave, pescado, legumbres), las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, los productos lácteos bajos en grasa y los planes nutricionales que limitan las bebidas azucaradas y los alimentos altamente procesados se asocian con mejores resultados de salud a largo plazo. Los pacientes deben esforzarse por realizar 60 minutos diarios de actividad aeróbica de moderada a vigorosa para reducir la obesidad y mejorar los resultados de salud relacionados con la diabetes.
Las barreras para la implementación de estas recomendaciones nutricionales incluyen la inseguridad alimentaria, las disparidades en el acceso a los servicios de salud y la falta de apoyo y recursos para facilitar cambios en el estilo de vida. El personal de atención pediátrica puede abogar y fomentar la inscripción en programas federales de nutrición, que ayudan a aliviar la inseguridad alimentaria.
En resumen, este artículo analiza los patrones alimentarios actuales en jóvenes, las diferencias entre las dietas moderadas, bajas y muy bajas en carbohidratos, y analiza las preocupaciones de seguridad asociadas con el uso de estos patrones. El informe analiza la justificación fisiológica para la reducción de carbohidratos en jóvenes con diabetes tipo 1, obesidad, prediabetes y diabetes tipo 2. Además, analiza la evidencia de las dietas bajas en carbohidratos en el manejo de jóvenes con diabetes tipo 1, prediabetes y diabetes tipo 2, proporcionando información práctica para pediatras que asesoran a familias y jóvenes sobre las recomendaciones de carbohidratos para la diabetes tipo 1, la obesidad, la prediabetes, la diabetes tipo 2 y la obesidad.
Los autores fomentan la educación de las familias y los profesionales de la salud para que se adapten a sus necesidades y elaboren un plan nutricional viable y eficaz. Un ejemplo es elaborar una receta nutricional o un plan de dieta que prometa un cambio mensual y programar visitas de seguimiento regulares para ayudar a nuestros pacientes a mantener estos cambios saludables en su estilo de vida. La dieta mediterránea ha tenido muchos beneficios para la salud de los adultos, pero su impacto en la infancia aún debe investigarse. Una buena manera de comenzar es introducir la tabla de puntuación mediterránea o las instrucciones de MiPlato. De esta manera, empoderamos a nuestras familias para que evalúen su propia dieta e introduzcan cambios significativos en ella. La modificación nutricional debe ir más allá del ajuste dietético y abarcar la integración de la actividad física, la limitación del tiempo frente a pantallas y una higiene de sueño adecuada. Es fundamental fomentar la motivación entre los pacientes y las familias para garantizar la sostenibilidad de estas modificaciones en el estilo de vida a largo plazo.